lunes, 18 de julio de 2011

Como consiguió el guardia marina Hunn entrar en la Compañía del Asiento de Jarcia

Disfruta de la estratagema que usó el joven Hunn para hacerse imprescindible en la compañía del maestro de jarcia Joan Montserrat en la novela El Maestro de Jarcia.


—No hay tal —le interrumpió el llamado Tobías, que reía mientras lucía una dentadura perlada de dientes negros por el abuso del tabaco—. Primero os ensartaremos como un pichón y luego nos quedaremos con vuestra bolsa y, si hace falta, iremos a vuestra casa a saludar las mercedes de esa moza que llamáis Josefa.

        —Señores, por caridad cristiana, tengo mujer y tres hijas. —Lo decía mientras se hincaba de rodillas y se abrazaba aterrado a las de Hunn, como si viera llegado su juicio final—. … No las dejen en el desamparo.       

Los dos bandidos simulados agarraron al maestro y lo levantaron prestamente del suelo. Su rostro estaba blanco y sus manos temblaban sin control. Hunn pensó que aquella tensión podía llegar romper el maduro corazón del maestro y decidió que había llegado el momento de actuar según lo acordado con Tenorio y sus hombres. Los asaltantes estaban concentrados en empujar a su presa entre ambos, riéndose a carcajadas terribles que resonaban en la estancia. Aquel violento juego y el terror que inundaba el ánimo del maestro se arremolinaron incontrolables en su estómago y, como una riada inesperada, Montserrat vomitó entre intensas arcadas todo lo que había ingerido desde la mañana.        

—Maldito gordo, ¿qué pensáis? ¿Quieres ahogarnos en vino podrido de esa alcantarilla que tenéis por entrañas? —Tobías dio un salto sorprendido por la vomitona del maestro, que le cubrió toda la pechera—. Acábalo, Pedro, que si no nos va a envenenar con la pócima de su asquerosa barriga, por lo menos por asco, ¡qué cabrón!

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