jueves, 28 de julio de 2005

El Maestro de Jarcia

Hunn se sobresaltó, creía que apenas había pegado los ojos cuando el estrépito de los baldes de agua y las animadas conversaciones de sus convecinos de dormitorio lo despertaron. Se acercó a uno de los cubos de latón corroído por el tiempo y el uso y se refrescó la cara. Al hacerlo tuvo que reprimir un respingo al notar el agua helada en las manos y en el rostro pero, al final, lo agradeció como el mejor remedio para volver a renacer de nuevo. Con cuidado se contempló en un trozo de metálico que apenas reflejaba su imagen y quedó satisfecho de su aspecto de trasnochador. 

miércoles, 27 de julio de 2005

El Maestro de Jarcia

En breve, la pequeña comitiva de los hiladores de la Compañía del Asiento de Jarcia llegó a la casa de la Intendencia, emplazada en la antigua casa del Rey, donde el guardia marina sabía que había funcionado durante unos trescientos años la Proveeduría de Armadas y Fronteras de los antiguos monarcas de la casa de los Austrias. Las nuevas instalaciones desde las que el intendente Francisco Barrero dirigía todo el maremagnum de organización del Departamento Naval habían sido reformadas entre 1738 y 1740 por la ingente labor de los operarios de la maestranza, bajo la dirección el maestro mayor Pedro Marín.

El Maestro de Jarcia

Puiguriguer le respondió que el Almirantazgo no era el mismo que cuando lo comandaba Patiño con en el que ambos habían hecho felices negocios a cuenta del pan y los víveres despachados a los ejércitos y las escuadras de las expediciones de Orán e Italia de los años 30. Con sarcasmo le hizo recordar a Gibert la presencia en los muelles barceloneses de un entrometido y joven comisario de Marina, llamado Zenón Somodevilla, que les había hecho comprobar y volver a comprobar todas las calidades de sus géneros y a continuación expuso triunfal – doncs, amic meu, aquest Somodevilla es diu ara Marqués de la Ensenada i es amb qui tenim que renyir-. Gibert continuó enfurruñado y a grandes voces decía que aquello no era motivo para haberse avenido a unas condiciones tan poco recomendables, a lo que Puiguriguer le contestó que buena parte de la culpa de la situación del contenido del contrato era responsabilidad de la propia Compañía.

El Maestro de Jarcia

Siguió la pista de su presa en la persona del maestro Montserrat. A veces, lo perseguía embozado para que no se fijara en él y, otras veces, mandaba a sus siempre fieles Andreu y Albert para que se encargaran de mantenerse pegados a él. Un día Hunn se decidió pasar a la acción. Conocía la predilección que tenía el maestro por una casa de mala reputación situada cerca de la playa de La Ribera, apenas era un caserón de dos plantas que daba con sus ventanales sobre la carrera de jarcia que la Compañía tenía allí dispuesta. Dos tinglados hechos con tablas de pino de Tortosa daban cobijo a las ruedas de hilar y los operarios que se afanaban en virarlas, provocando con su giro la torsión adecuada de las fibras de cáñamo para transformarlas en recia filástica.

El Maestro de jarcia

El silbido del contramaestre rompió el ajetreo que se vivía a bordo del Gitano, un precioso jabeque afecto a la escuadra del marino mallorquín Antonio Barceló, que operaba desde 1748 entre la costa catalana y la balear. La flotilla de Barceló garantizaba también el correo entre las islas, la costa catalana y el arsenal de Cartagena, servicio que había sido tan fructífero que después de algunas acciones sobresalientes, el antiguo corsario había sido promocionado por el Almirantazgo español al grado de Teniente de Navío.

Pues empezamos