lunes, 8 de agosto de 2005

El Maestro de Jarcia

Pero en nombre de Dios, ¿qué demonios es esto? –la voz desagradable del comisario O’Dunn atronó en el bullicioso tinglado-... esto es un motín. Maestro Montserrat no os escondáis, -gritaba desaforado- vaís a pagar caro este atrevimiento. Así nunca acabaréis de entregar la jarcia para los buques del Rey, maldito asno... ¡ Guardia, guardia!…- recuperó el aliento, mientras que sus ojos amenazaban con salir de sus órbitas-.. ¡a mí la guardia!.

Comisario O’Dunn ¿ qué ocurre? –Juan hablaba pausádamente aunque parecía que sus palabras sonaban un poco socarronas. Hunn rió por dentro pensando que el aguardiente comenzaba a hacer de las suyas en el intelecto del oficial-... Os encontráis mal... Acaso temeis un ataque de los ingleses, no tengais cuidado con el viento que sopla ningún navío puede aproar hacia el arsenal.

Esto... Buenas tardes, capitán Jorge Juan... yo...

¿Os asusta este torbellino?, me imagino que sí –Juan se había trabado un tanto en la vocalización de “torbellino” y a duras penas había conseguido articular algo parecido a “terfellino”. A su alrededor varios hiladores sofocaron con pesimo resultado las risillas, pero el oficial ya estaba lanzado y continuó arrastrando graciosamente las palabras-... No tengais problema, es que estamos celebrando nuestra nueva misión y yo he autorizado a que probemos esta nueva sustancia facilitada por el maestro Montserrat para aumentar la producción de jarcia.

Sustancia, no entiendo –los hiladores no pudieron contenerse más y las risas resonaron en el tinglado con lo que la cara del comisario cambió del pálido de la ira al rojo de la vergüenza-... esto, capitán Jorge Juan huele a aguardiente común...

Os veo puesto en la materia, quizás deberiaís acompañarnos en la experiencia –nuevas risas acompañaron a Juan-... ¿Un tragito, O’Dunn?.

Yo, yo no bebo... -O’Dunn agachó la cabeza-

Las risas se extendieron por todo el tinglado ya que por muchos era conocido el gusto de aquel triste funcionario al grog inglés, como habían demostrado las veces que había sido recogido por la guardia del arsenal en las cercanías de la puerta. Mientras los hiladores se choteaban a gusto del comisario, algunos infantes de marina aparecieron por la puerta obedeciendo a los gritos de aquel. Jorge Juan indicó su presencia a Montserrat que inteligentemente escanció varios recipientes para repartirlos entre los recién llegados. Tampoco era cosa que el intendente Francisco Barrero se enterara de aquella francachela. Hunn contempló a Hunn y vió como sus ojos se cerraban con odio contenido hacia Jorge Juan. Debía de detestarlo profundamente, porque hombres como aquel eran los que estaban dibujando y construyendo una Armada Real que podría hacer sombra a la maldita Royal Navy. El joven estaba seguro que si O’Dunn tenía oportunidad atentaría contra la vida del oficial y contra cualquiera que sirviera para el desarrollo naval de España. Con una última mirada de desdén el comisario se disculpó en voz inaudible y se volvió sobre sus pasos hasta que desde la puerta se giró y dedicó una última ojeada colérica a Juan, Montserrat y los demás hiladores. A gritos hizo que los infantes de marina salieran del tinglado aunque estos no lo hicieron de buen grado y proferieron veladas protestas que fueron acallados bajo la mirada escrutadora de O’Dunn y Hunn se sintió satisfecho que aquel ser hubiera desaparecido momentáneamente de escena. Se reintegró al improvisado festejo que anunciaba no acabar mientras que Montserrat siguiera inclinando el barrilete de aguardiente, de hecho así fue y el joven guardia marina perdió la noción del tiempo después del quinto o sexto vaciado de aquellos rústicos vasos de barro cocido.


3 comentarios:

  1. Jose A. Garcia Merino16 de agosto de 2005, 15:13

    Ya era hora que se escribiese una novela con fondo historico naval sobre nuestra Real Armada. Estoy harto del Alexander Kent y Patrick O'Brien. Aqui ya tienes un comprador, pero:
    La castellanizaria, no tengo nada contra los catalaes, su lengua (excepto que me suena muy mal, Cataluña, etc. pero no he leido nada sobre las dotaciones catalanes en los navios de S.M. excepto en los magnificos corsarios que actuaron por el Mediterraneo. Castellanizaria los lugares y nombres y utilizaria un buque de mayor calado e importancia que un pingui y la accion la situaria en un combate en el que nuestra aramada o navios quedaran bien dandole leña al britis, por ejemplo la hazaña del navio Glorioso. Tal vez este pidiendo mucho pero parfa un escritor con imaginacion al que ya se le da la situacion, el esqueleto, el poner los musculos, la carne, etc. pienso que es relativamente facil, claro que esto es opinion de quien no ha escrtito nada. El Instituto de Historia Naval, (Cuartel General de la Aramada) ha publicado recientemente un numero especial sobre la guerra Hispano-Britanica de 1804-1812, donde en el año 1804 recogen una serie de encuentros de navios españoles con los britis muy favorables a nuestras armas y donde se les dio mucha y buena caña.
    Saludos
    Jagarcimer

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  2. Muchas gracias por tus comentarios que son excelentemente bienvenidos. Los fragmentos que he puesto en el blog sólo intentan dar una referencia sobre el desarrollo de las anzanzas del guardia marina Hunn. De hecho casi toda la acción transcurre en tierra debido a su labor encubierta en contra de Inglaterra. La presencia del protagonista en el pinque es meramente parte de una elaborada tapadera ya que se trata de un buque mercante.
    Aunque hay acción naval no es excesiva porque pretendía precisamente escapar de los tópicos ingleses de autores consagrados como tú acertádamente citas en tu comentario. Mi objetivo es darle a la trama un tinte histórico que presente la verdadera acción del Reformismo Borbónico en torno al fomento de la Armada Española. Es decir, nuestro papel de potencia naval se consolidó gracias a una gran actividad industrial que permitió el resurgimiento de nuestras armas en los océanos del mundo.
    Gracias de nuevo por tu interés y disculpa por la tradanza en la respuesta (cosas de las vacas).
    Manolo Díaz

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  3. Ánimo que esto merece ser publicado.

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